miércoles, 25 de abril de 2012

Totalmente Onírico

Hoy, me he topado con Álvaro saliendo de la Escuela de Teatro. Su marcha apresurada y firmes piernas hicieron que mis ojos desorbitados lo observaran casi como una espía, acechándolo inevitablemente, sin esperar nada, ni siquiera su aprobación con una sonrisa de sus tiernos labios.
Una gorra de lana azul marino, un polerón poco complicado, sus jeans púrpura y sus zapatos negros terminados en punta, hacían sorprenderme de mi misma y mi gusto que tan bien definido TENÍA: Álvaro era lo contrario de todo a lo que algún día me planteé como prototipo y estereotipo de hombre… y esa palabra le quedaba como anillo al dedo: “Hombre” Su mochila bien puesta y su felicidad radiante. Me pilló. ¡Me pilló espiándolo!, me miró fijo pero siempre sonriendo, y comenzó a dirigir sus  pasos hacia mi. Cuando llegó frente a mi figura, se detuvo, aún sonreía, levantó sus dos manos, las llevó a mi rostro que afirmó con fuerza y mirándome a los ojos me dijo: “Cuídate” Sonrió por última vez, se dio la media vuelta y continuo con su marcha firme y apresurada. 
Mi respiración volvía poco a poco y mi conciencia también, este invierno frío, santiaguino y poco agradable, me hacía pasar más calores que en el mismo verano en África el año pasado. En clases Álvaro no dejaba de sonreírme cada vez que me miraba al hablarme y yo siempre con los pies en a tierra estaba decidida a no dejarme llevar por pensamientos de duda, tratando de encontrar las respuestas a sus acciones y reacciones, pero la verdad es que ya no sabía que pensar. Si sentía su interés en mi, es porque había testosterona en el aire y podía olerla. Me provocaba.
Un día quedamos de tomar un café juntos para discutir la teoría de Stanislavski, pero no seríamos sólo los dos, un par de compañeros más también serían participe de la reunión social. El café de la esquina cerca de la Escuela, era barato y agradable, además de nuevo, había que probar que tal era.
Llegué primera, a veces me molestaba mi excesiva puntualidad. He sido siempre así, ya que con el metro y el colapso vial nunca se sabe, y faltar a clases es un riesgo muy grande que no puedo permitir. Esperé al menos una hora, nadie llegaba y yo ya perdía la paciencia. Comencé a guardar mis cosas, me levanté y me dirigí a la puerta, cuando voy saliendo una figura masculina me toma por los hombros y me detiene:
-         ¡Hey! – Su aroma se me hizo familiar hasta que lo miré.
-         ¡Älvaro! Me voy, ya esperé demasiado.
-         ¡No! No te vayas – Me tomó del brazo y me llevo a sentarme – Aprovechemos que podemos conversar ahora y no botemos el tiempo a la basura – Se sentó y me quedó mirando. Suspiré.
-         Ya se ha ido bastante tiempo a la basura y Stanislavski no tiene la culpa.
-         Lo se, lo siento – Miró a todos lados - ¿Y los demás?
-         No se, creo que no valoran mi tiempo, y es escaso – Suspiré.
-         Bueno, yo lo valoro – Me miró contento - ¿Empezamos?
Sacó libros y cuadernos y los puso en la mesa, afuera llovía, y el vapor del café bañaba los vidrios en su aroma.
-    ¡Hey! – Álvaro le gritó al garzón – ¡Dos cafés porfa!
-    Yo ya tomé gracias.
-    No, te lo debo por el retrazo ¡Y dos Brwonies! – Esto último lo dijo fuerte para que el garzón lo escuchara.
Lo miré sonriendo, Sonrojándome
-   Gracias, adoro los Brwonies.